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En consecuencia, los legisladores ciudadanos, que regresan a sus comunidades tras un breve periodo de servicio público -considerado una característica y un diseño indispensables y rutinarios del gobierno representativo en la época de la fundación, y durante un siglo después-, han sido sustituidos por una clase dirigente profesional dirigida por cerebros gobernantes. En su mayor parte, están aislados de las comunidades de las que proceden y se consumen en la lucha diaria por la posición y el poder dentro de sus filas. Además, se enseñorean de sus electores.