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  • Maravilloso, pensó Annabeth. Su propia madre, la olímpica más sensata, se había convertido en una desquiciada y despiadada cabeza de chorlito en una estación de metro. Y, de todos los dioses que podían ayudarles, los únicos que no se habían visto afectados por el cisma greco-romano parecían ser Afrodita, Némesis y Dioniso. Amor, venganza, vino. Muy útil.