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"¿Intentas decirme que nunca te han besado?". Me llevé la lengua al paladar. Parecía tan dudoso, y su tono había rozado el insulto. "Sí. ¿Y?" "Entonces, estoy sorprendida, eso es todo. Eres... tú". In-sul-ting. "¿Yo?", pregunté con rigidez. "Sí. Caliente", dijo. Espera, espera. ¿Yo? ¿Caliente? Se rió de mí. "Tampoco te lo ha dicho nadie, ¿verdad?". Sólo pude negar con la cabeza. "Está claro que te has juntado con idiotas".