-
mi cerebro había empezado a sufrir su conocido asedio: pánico y dislocación, y la sensación de que mis procesos de pensamiento estaban siendo engullidos por una marea tóxica e innombrable que anulaba cualquier respuesta agradable al mundo vivo.
mi cerebro había empezado a sufrir su conocido asedio: pánico y dislocación, y la sensación de que mis procesos de pensamiento estaban siendo engullidos por una marea tóxica e innombrable que anulaba cualquier respuesta agradable al mundo vivo.