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Cuando miraba el cuadro, sentía la misma convergencia en un único punto: una instancia parpadeante golpeada por el sol que existía ahora y para siempre. Sólo de vez en cuando me fijaba en la cadena del tobillo del pinzón, o pensaba qué vida tan cruel la de una pequeña criatura viviente: revoloteando brevemente, obligada a aterrizar siempre en el mismo lugar sin esperanza.