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  • Que la vida -sea lo que sea- es corta. Que el destino es cruel pero quizá no aleatorio. Que la Naturaleza (es decir, la Muerte) siempre gana, pero que eso no significa que tengamos que doblegarnos ante ella. Que, aunque no siempre estemos contentos de estar aquí, nuestra tarea es sumergirnos de todos modos: vadearla directamente, a través del pozo negro, manteniendo los ojos y el corazón abiertos. Y en medio de nuestra muerte, mientras nos levantamos de lo orgánico y volvemos a hundirnos ignominiosamente en lo orgánico, es una gloria y un privilegio amar lo que la Muerte no toca.