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No vengas, cuando yo haya muerto, a derramar tus necias lágrimas sobre mi tumba, a pisotear mi cabeza caída, y a fastidiar el infeliz polvo que no quisiste salvar. Deja que el viento sople y el chorlito llore; pero tú, vete. Hija, si fue tu error o tu crimen, ya no me importa, siendo toda desdichada; Cásate con quien quieras, pero estoy harta del Tiempo, y deseo descansar. Pasa, corazon debil, y dejame donde yazgo: Vete, vete.