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  • Yo venero la vejez; y no amo al hombre que puede contemplar sin emoción el ocaso de la vida, cuando el crepúsculo de la tarde comienza a cernirse sobre el ojo acuoso, y las sombras del crepúsculo se hacen cada vez más amplias y profundas sobre el entendimiento.

    Henry Wadsworth Longfellow (1855). “The Works: Kavanagh. Outre-Mer”, p.164