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La belleza puede ser consoladora, perturbadora, sagrada, profana; puede ser estimulante, atrayente, inspiradora, escalofriante. Puede afectarnos de una variedad ilimitada de maneras. Sin embargo, nunca se contempla con indiferencia: la belleza exige que se le preste atención; nos habla directamente como la voz de un amigo íntimo. Si hay personas indiferentes a la belleza, seguramente es porque no la perciben.