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Sea cual sea el ámbito de la vida en el que uno se enfrente a los retos del valor, sean cuales sean los sacrificios a los que se enfrente si sigue su conciencia -la pérdida de sus amigos, de su fortuna, de su satisfacción, incluso de la estima de sus semejantes-, cada hombre debe decidir por sí mismo el rumbo que seguirá. Las historias de valor del pasado pueden definir ese ingrediente, pueden enseñar, pueden ofrecer esperanza, pueden servir de inspiración. Pero no pueden proporcionar el valor en sí mismo. Para ello, cada hombre debe mirar en su propia alma.