-
Dios no tiene otras manos que las nuestras. Si hay que curar a los enfermos, son nuestras manos las que los curarán. Si hay que consolar al solitario y al asustado, es nuestro abrazo, no el de Dios, el que los consolará.
Dios no tiene otras manos que las nuestras. Si hay que curar a los enfermos, son nuestras manos las que los curarán. Si hay que consolar al solitario y al asustado, es nuestro abrazo, no el de Dios, el que los consolará.