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Una vez, en aquellos primeros días, mi hermano trajo a la guardería la tapa de una lata de galletas que había cubierto de musgo y adornado con ramitas y flores para convertirla en un jardín o un bosque de juguete. Fue la primera belleza que conocí. El jardín de juguete hizo lo que el jardín de verdad no había conseguido. Me hizo consciente de la naturaleza, no como un almacén de formas y colores, sino como algo fresco, húmedo, fresco, exuberante: .... Mientras viva, mi imaginación del Paraíso conservará algo del jardín de juguete de mi hermano.