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Para terminar, permítanme darles las gracias a ustedes, el pueblo estadounidense, por haberme concedido el gran honor de permitirme servir como su presidente. Cuando el Señor me llame a casa, sea cuando sea ese día, me iré con el mayor amor por este país nuestro y un eterno optimismo por su futuro. Comienzo ahora el viaje que me llevará al ocaso de mi vida. Sé que para América siempre habrá un brillante amanecer por delante.