La paz no es simplemente la ausencia de guerra. Tampoco puede reducirse únicamente al mantenimiento de un equilibrio de poder entre enemigos. Tampoco se consigue mediante una dictadura. Por el contrario, se la denomina, con razón y propiedad, "empresa de justicia" (Is. 32:7). La paz resulta de ese orden estructurado en la sociedad humana por su divino fundador, y actualizado por los hombres en su sed de una justicia cada vez mayor.