No he podido encontrar una sola institución útil que no haya sido fundada por un hombre intensamente religioso o por el hijo de un padre o una madre orante. He hecho esta afirmación ante las cámaras de comercio de todas las ciudades más grandes del país y les he pedido que presenten un caso que constituya una excepción a esta regla. Hasta ahora, no he oído hablar de ninguno.