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  • Se recostó en la silla, mirando al frente, sabiendo que él era tan consciente de ella como ella de él. Encontraba placer en la especial timidez que eso le producía. Cuando cruzaba las piernas, cuando apoyaba el brazo en el alféizar de la ventana, cuando se apartaba el pelo de la frente... cada movimiento de su cuerpo estaba subrayado por una sensación cuyas palabras no admitidas eran: ¿Lo está viendo?

    Ayn Rand (2016). “Atlas Shrugged”, p.186, Hamilton Books