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  • Una buena simulación, ya sea de un mito religioso o de una teoría científica, nos da la sensación de dominar la experiencia. Representar algo simbólicamente, como hacemos cuando hablamos o escribimos, es de algún modo captarlo, haciéndolo así propio. Pero con esta apropiación nos damos cuenta de que hemos negado la inmediatez de la realidad y que al crear un sustituto no hemos hecho más que hilar otro hilo en la red de nuestra gran ilusión.

    1988 The Dreams of Reason.