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Cuando incluso la mente más brillante de nuestro mundo ha sido educada desde la infancia en una superstición de cualquier tipo, nunca será posible para esa mente, en su madurez, examinar sincera, desapasionada y concienzudamente cualquier evidencia o cualquier circunstancia que parezca poner en duda la validez de esa superstición. Dudo que yo mismo pudiera hacerlo.