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Jane Fonda, que dividió su vida en tres actos, decidió después de cumplir sesenta años que ahora se enfrentaba al acto final, y llegó a la siguiente conclusión: "Me dije a mí misma, bueno, si ése es el caso y si lo que me da miedo no es la muerte, sino llegar al final con remordimientos, entonces tengo que averiguar cuáles serían las cosas de las que me arrepentiría al llegar al último acto si no las hubiera hecho o conseguido para entonces. Y fueron: tener una relación íntima y haber marcado la diferencia".