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Nuestro gobierno nos ha mantenido en un perpetuo estado de miedo -nos ha mantenido en una continua estampida de fervor patriótico- con el grito de grave emergencia nacional. Siempre ha habido algún terrible mal en casa o alguna monstruosa potencia extranjera que iba a engullirnos si no nos uníamos ciegamente a ella aportando los exorbitantes fondos exigidos. Sin embargo, en retrospectiva, estos desastres parecen no haber ocurrido nunca, parecen no haber sido nunca del todo reales.