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La mejor adoración que jamás rindamos a Dios está lejos de ser perfecta. Nuestras alabanzas, ¡cuán débiles y débiles son! Nuestras oraciones, ¡cuán errantes y vacilantes son! Cuando estamos más cerca de Dios, ¡cuán lejos estamos! Cuando más nos parecemos a Él, ¡cuán diferentes somos de Él!