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Es precisamente esa exigencia de culto compartido la principal fuente de sufrimiento del hombre individual y de la raza humana desde el comienzo de la historia. En sus esfuerzos por imponer un culto universal, los hombres han desenvainado sus espadas y se han matado unos a otros. Han inventado dioses y se han desafiado unos a otros: "¡Desechad a vuestros dioses y adorad a los míos o destruiré tanto a vuestros dioses como a vosotros!".