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En la infancia, anhelamos ser mayores. En la vejez, anhelamos ser niños. Parece que todo sería maravilloso si no tuviéramos que celebrar nuestros cumpleaños en orden cronológico.
En la infancia, anhelamos ser mayores. En la vejez, anhelamos ser niños. Parece que todo sería maravilloso si no tuviéramos que celebrar nuestros cumpleaños en orden cronológico.