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Si un hombre, sosteniendo una creencia que le fue enseñada en la infancia o de la que fue persuadido posteriormente, reprime y aleja cualquier duda que surja sobre ella en su mente, evita a propósito la lectura de libros y la compañía de hombres que la cuestionen o discutan, y considera impías aquellas preguntas que no pueden plantearse fácilmente sin perturbarla, la vida de ese hombre es un largo pecado contra la humanidad.