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El viaje espiritual no consiste en llegar a un nuevo destino donde una persona obtiene lo que no tenía, o se convierte en lo que no es. Consiste en la disipación de la propia ignorancia respecto a uno mismo y a la vida, y en el crecimiento gradual de esa comprensión que inicia el despertar espiritual. Encontrar a Dios es volver a uno mismo.