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Ahora el fuego del otoño arde lentamente a lo largo de los bosques, y día a día las hojas muertas caen y se derriten, y noche a noche el soplo monitorio se lamenta en el ojo de la cerradura, contando cómo pasó por campos vacíos, o soledades de tierras altas, o sombrías olas; y ahora se siente el poder de la melancolía, más tierna en sus estados de ánimo que cualquier alegría indulgente del verano.