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Lo que una persona dice y hace en los momentos ordinarios, cuando nadie la está mirando, revela más sobre su verdadero carácter que las grandes acciones que lleva a cabo cuando está en el candelero. Nuestro verdadero carácter se revela a través de actitudes y comportamientos normales, coherentes y cotidianos, no a través de palabras o actos autoconscientes o de raros actos de valentía moral.