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Si viviéramos en un estado donde la virtud fuera rentable, el sentido común nos haría santos. Pero como vemos que la avaricia, la ira, el orgullo y la estupidez comúnmente lucran mucho más que la caridad, la modestia, la justicia y el pensamiento, tal vez debamos mantenernos un poco firmes, aun a riesgo de ser héroes.