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En realidad, no hay valor alguno en atacar cosas anticuadas o vetustas, como tampoco lo hay en ofrecerse a luchar contra la propia abuela. El hombre realmente valiente es aquel que desafía tiranías jóvenes como la mañana y supersticiones frescas como las primeras flores. El único librepensador verdadero es aquel cuyo intelecto está tan libre del futuro como del pasado.