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  • Siendo humanos, querríamos expulsar de nuestras vidas el dolor físico y la angustia mental y asegurarnos una tranquilidad y un confort continuos, pero si cerráramos las puertas al dolor y a la angustia, podríamos estar excluyendo a nuestros mayores amigos y benefactores. El sufrimiento puede convertir en santos a los hombres que aprenden a ser pacientes, sufridos y dueños de sí mismos.