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Los hombres son más bien animales razonadores que razonables, gobernados en su mayor parte por el impulso de la pasión. Esta es una verdad bien comprendida por nuestros adversarios, que la han practicado con no poco beneficio para su causa. Porque en el mismo momento en que elogian la razón de los hombres y profesan apelar sólo a esa facultad, están cortejando la pasión más fuerte y más activa del corazón humano: ¡LA VANIDAD!