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Si nos remontamos a todos esos eslabones de la cadena que han tenido que estar en su sitio para que yo esté aquí, las leyes de la probabilidad sostienen que mi propia existencia es milagrosa. Pero al cabo de unas décadas, menos de cien años, se disuelven y dejo de existir. Así que mientras están todos congregados y coordinados para crearme, entonces -y hablo en nombre de todos esos billones de átomos- debería aprovechar al máximo las cosas.