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Así es Jesús en todos los aspectos apto para su poderosa obra de redención. Es muy hombre y muy Dios. Es la simiente de la mujer, la simiente de Abrahán, la simiente de David, el hijo de María, pero Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Por eso puede cargar con nuestros pecados; puede compadecerse de nuestros dolores; puede librar nuestras batallas; puede amar como un hombre, como un semejante, hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne.