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Se descubrirán muchos otros sustitutos semejantes de la guerra, pero quizá precisamente así se haga cada vez más evidente que una humanidad tan cultivada y, por tanto, necesariamente debilitada como la de la Europa moderna, no sólo necesita guerras, sino las guerras más grandes y terribles, en consecuencia recaídas ocasionales en la barbarie, no sea que, por medio de la cultura, pierda su cultura y su propia existencia.