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Los espíritus más fuertes y malignos han sido hasta ahora los que más han hecho progresar a la humanidad: siempre han reavivado las pasiones dormidas -toda sociedad ordenada adormece las pasiones-; siempre han despertado el sentido de la comparación, de la contradicción, del deleite por lo nuevo, lo aventurero, lo no probado; han obligado a los hombres a oponer opinión a opinión, plan ideal a plan ideal.