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Oh, mis hermanos y hermanas en Cristo, si los pecadores van a ser condenados, al menos dejemos que salten al infierno sobre nuestros cuerpos; y si van a perecer, dejemos que perezcan con nuestros brazos sobre sus rodillas, implorándoles que se queden, y que no se destruyan locamente a sí mismos. Si hay que llenar el infierno, que al menos se llene con nuestros esfuerzos, y que nadie vaya allí sin ser advertido y sin rezar por él.