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Fíjate bien en cada palabra. No es nuestra oración la que atrae a Jesús a nuestros corazones. Tampoco es nuestra oración la que mueve a Jesús a entrar en nosotros. Todo lo que Él necesita es acceso. Él entra por sí mismo, porque desea entrar. Orar no es nada más que dejar que Jesús entre en nuestras necesidades, y permitirle que ejerza Su propio poder al tratar con ellas. Y eso no requiere ninguna fuerza. Es sólo una cuestión de voluntad. ¿Le daremos a Jesús acceso a nuestras necesidades?