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  • La sociedad occidental ha aceptado como incuestionable un imperativo tecnológico tan arbitrario como el tabú más primitivo: no sólo el deber de fomentar la invención y crear constantemente novedades tecnológicas, sino igualmente el deber de entregarse a estas novedades incondicionalmente, sólo porque se ofrecen, sin respetar sus consecuencias humanas.