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Lo que un niño no sabe y no quiere saber de raza, color y clase, lo aprende muy pronto, cuando crece y ve a cada hombre volteado inexorablemente en alguna ranura predestinada, como un penique o un soberano en el estante de un banquero.
Lo que un niño no sabe y no quiere saber de raza, color y clase, lo aprende muy pronto, cuando crece y ve a cada hombre volteado inexorablemente en alguna ranura predestinada, como un penique o un soberano en el estante de un banquero.