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Nunca pude creer que la Providencia hubiera enviado al mundo a unos pocos hombres, listos con botas y espuelas para cabalgar, y a millones listos con sillas y bridas para ser montados.
Nunca pude creer que la Providencia hubiera enviado al mundo a unos pocos hombres, listos con botas y espuelas para cabalgar, y a millones listos con sillas y bridas para ser montados.