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De todas las bebidas poco cristianas que han pasado por mis labios, el café turco es la peor. La taza es pequeña, está manchada de posos; el café es negro, espeso, de olor desagradable y sabor execrable. El fondo de la taza tiene un sedimento fangoso de media pulgada de profundidad. Esto baja por la garganta, y partes de él se alojan por el camino, y producen un cosquilleo agravante que te mantiene ladrando y tosiendo durante una hora.