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  • El amor a las flores engendraría el levantarse temprano, la laboriosidad, hábitos de observación minuciosa y de lectura. Inclinaría la mente a notar los fenómenos naturales y a razonar sobre ellos. Ocuparía la mente con pensamientos puros, e inspiraría un dulce y suave entusiasmo; mantendría la simplicidad del gusto; y... desplegaría en el corazón una piedad ampliada, recta y ardiente.

    Henry Ward Beecher (1859). “Plain and Pleasant Talk about Fruits, Flowers and Farming”, p.120