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Cuando tenía catorce años, me asombraba lo poco inteligente que era mi padre. Cuando cumplí veintiuno, me asombraba lo mucho que había aprendido en los últimos siete años.
Cuando tenía catorce años, me asombraba lo poco inteligente que era mi padre. Cuando cumplí veintiuno, me asombraba lo mucho que había aprendido en los últimos siete años.