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Aunque soy un caballo viejo, y he visto y oído muchas cosas, nunca he podido entender por qué los hombres son tan aficionados a este deporte; a menudo se hacen daño a sí mismos, a menudo estropean buenos caballos, y destrozan los campos, y todo por una liebre, o un zorro, o un ciervo, que podrían conseguir más fácilmente de otra manera; pero sólo somos caballos, y no lo sabemos.