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Hoy he caminado por las colinas color de león con la única compañía de los cipreses, hasta que la puesta de sol me ha atrapado, ha convertido la maleza en cobre y las nubes en un gran techo de llamas sobre la tierra, de modo que camino a través del fuego, bajo el fuego, y todo en belleza. Estando solo no podía estar solo, sino que sentía (más cerca que la carne) la presencia de aquellos que una vez habían ardido en tales transfiguraciones. Mi felicidad recorrió los siglos en un continuo resplandor. Mirando hacia abajo, vi la tierra bajo mí como una rosa en pétalos de montañas, fragante de profunda paz.