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En ningún pasaje de los santos libros canónicos se encuentra precepto divino o permiso alguno para quitarnos la vida, ya sea para entrar en el goce de la inmortalidad, o para rehuir o librarnos de cualquier cosa. Es más, la ley, correctamente interpretada, prohíbe incluso el suicidio, cuando dice: "No matarás". Esto se prueba especialmente por la omisión de las palabras "tu prójimo", que se insertan cuando se prohíbe el falso testimonio.