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No pretendo en modo alguno blanquear mi pecado. No lo llamo error, mendacidad; lo llamo pecado. Preferiría, si fuera posible -y en mi opinión no lo sería-, que fuera peor que menos de lo que realmente es. No tengo que culpar a nadie más que a mí mismo. No pongo la culpa o el cargo a los pies de nadie más. Porque nadie tiene la culpa, sino que yo asumo la responsabilidad. Yo asumo la culpa. Yo asumo la culpa.