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El Padre Tiempo no siempre es un padre duro y, aunque no se demora por ninguno de sus hijos, a menudo pone su mano ligeramente sobre aquellos que lo han usado bien; haciéndolos hombres y mujeres viejos inexorablemente, pero dejando sus corazones y espíritus jóvenes y en pleno vigor. Con tales personas las canas no son más que la impresión de la mano del anciano al darles su bendición, y cada arruga no es más que una muesca en el tranquilo calendario de una vida bien vivida.