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Los escoceses dicen que la propia Naturaleza dictaminó que el golf debía jugarse a la orilla del mar. Más bien, los escoceses vieron en las erosionadas costas marinas un campo de batalla barato en el que podían azotar a sus semejantes en un juego basado en la doctrina calvinista de que el hombre está hecho para sufrir aquí abajo y nunca más que cuando sale a divertirse.