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No hay dos hombres que vean el mundo exactamente igual, y temperamentos diferentes aplicarán de maneras distintas un principio que ambos reconocen. El mismo hombre, en efecto, verá y juzgará a menudo las mismas cosas de manera diferente en distintas ocasiones: las convicciones tempranas deben dar paso a otras más maduras. Sin embargo, las opiniones que un hombre sostiene y expresa, ¿no pueden resistir todas las pruebas, si permanece fiel a sí mismo y a los demás?